El problema es que se usa en pequeñas cantidades, así que terminamos por desperdiciar la lata.
Sus utilidades son muchas, para enriquecer unas lentejas, una paella, una cazuela... Así como para
hacer salsas como el Ketchup o la salsa agridulce.
Cansada de tirar la lata casi entera después de una temporada en la nevera, se me ocurrió ésta solución, y me va genial. Reparto el tomate concentrado en una cubitera de hielo, y viene a ser como las pastillas de caldo. Una vez congelado, lo pongo en un tupper y otra vez al congelador.
Cada vez que necesito una porción, es tan fácil como sacarla del tupper y echarla al guiso.
Cómo toda la comida que se congela, no es aconsejable mantener el tomate más de un mes o mes
y medio congelado.